Cinco lugares para visitar en Orlando sin terminar en Disney

Aunque Orlando es más conocido por ser la capital mundial de los parques de diversiones, es posible recorrer también la otra cara de la ciudad. Aquí cinco sugerencias que no te podés perder:

Winter Park: Es la cara más chic y elegante de Orlando. Ubicado a pocos minutos del centro, este barrio ofrece una gran variedad de cafés y restaurantes a lo largo de su calle principal, la coqueta Park Avenue, donde también se suceden tiendas de antigüedades, galerías de arte, boutiques y hay una tienda de la famosa casa de decoración Pottery Barn que conserva su fachada art decó, como las de los cines de antes.
Es ideal para dejar el auto y caminar sin las aglomeraciones de Disney, mientras se disfruta de un buen café o de un almuerzo en uno de los tantos restaurantes del barrio, que permiten tomarse un respiro del menú fast food que por lo general ofrecen los parques de Disney World. Mis favoritos: el italiano Prato, elegido por el sitio especializado Zagat como el mejor decorado de Orlando, y el restaurant de comida turca Bosphorous.
La oferta de Winter Park se completa con una serie de museos, entre los que destacan el Morse Museum of American Art, que alberga la mayor colección del mundo de la obra del famoso joyero Louis Comfort Tiffany, y el Museo Cornell de Bellas Artes, donde se concentra una ecléctica colección que incluye más de 500 cuadros que van desde el siglo 14 hasta el siglo 20.
Todos los sábados por la mañana se instala además un mercado de frutas y verduras en la vieja estación de trenes del barrio.

Un paseo por el centro: Aquí se concentran los rascacielos y la actividad financiera de la ciudad y es una parada obligada para aquellos que quieren explorar el Orlando real. Dividido en siete sectores, una de las zonas más recomendables es Church Street. En el corazón del llamado downtown, en Church Street hay toda clase de restaurantes, discotecas y teatros. Para los interesados en los deportes, es aquí donde está el Amway Center, el estadio de los Orlando Magic.
A pocas cuadras de Church Street, se encuentra el Parque Eola, por el cual vale la pena una caminata alrededor del lago del mismo nombre, coronado por una gran fuente que por la noche se ilumina de distintos colores.

Algo de noche: para los que no vienen en plan familiar y tienen ganas de explorar la noche de Orlando, el centro reúne gran cantidad de bares y discotecas, como el disco bar Elixir Bar Room o Ember, una taberna de amplios espacios, columnas y un toque europeo.
Si se están quedando cerca de Disney y no quieren ir muy lejos, en el área donde se agrupan los centros de convenciones está el B.B Kings Club, donde se puede disfrutar de una buena comida sureña escuchando música en vivo.

Centro de Ciencias: La visita al Centro de Ciencias es una de las actividades favoritas de los habitantes de Orlando que tienen niños, que por supuesto no van a Disney todos los fines de semana como uno podría pensar. Tiene cuatro pisos con distintas exhibiciones, un cine y actividades en vivo. Se pueden ver las estrellas y los planetas a través de un enorme telescopio, ver películas en 3D, hacer experimentos de laboratorio y viajar a la prehistoria con los dinosaurios. Si toca un día lluvioso, algo probable dado el clima de Orlando, es una actividad ideal. Está abierto todos los días menos los miércoles. La entrada para los adultos cuesta 20 dólares y para los niños de entre 3 y 11 años el precio baja a 14 dólares.

Legoland: Aunque se quiera huir de Disney, estando en Orlando es difícil no ir a un parque de diversiones. Si hay que elegir uno, mi sugerencia es Legoland, que además incluye un hotel temático. Queda a 45 minutos de Orlando, en la localidad de Winter Haven, y se promociona como el parque temático de LEGO más grande del mundo. A lo largo de 60 hectáreas se despliegan 50 juegos y shows, además de los clásicos restaurantes y un parque acuático, todo con el sello de LEGO. Si se compra en el momento, la entrada sale desde102 dólares. Se puede conseguir descuentos comprando las entradas anticipadamente. El estacionamiento se cobra aparte.

Bonus Track: Para aquellos cuyas vacaciones no están completas si no van a la playa, se pueden hacer escapadas por el día. A poco más de una hora de Orlando se encuentra Daytona Beach (a los mayores de 30 años les sonará familiar por el recordado videojuego de carreras desarrollado por Sega). Acaso una de las ciudades más tuercas de Estados Unidos, es sede de las 500 millas y las 24 horas de Daytona. Aunque lejos de su época de esplendor y con una costanera que parece haberse quedado en los años 80, sus playas amplias y familiares todavía dan pelea y hay una oferta hotelera amplia y para todos los bolsillos. También en unos 40 minutos se llega a la menos conocida Cocoa Beach, sobre el Atlántico, un paraíso de los surfers por sus buenas olas y un clásico balneario de casas bajas y hosterías.

Memorias de una visita a Disney

Las piernas no me dan más. Tampoco sé qué hora es. Tengo calor y sed. Al lado mío, un grupo de quinceañeras brasileñas se ríen mucho y fuerte. A unos pocos metros, los integrantes de una familia tipo -mamá, papá, niño y niña- se muestran entre sí los regalos que acaban de comprar en las tantas tiendas de merchandising que se repiten a lo largo del parque. Más allá, se oyen gritos desde una montaña rusa que cae a toda velocidad.

Estoy en el complejo de entretenimientos y parques temáticos más grande del mundo. Estoy en Magic Kingdom, tal vez el más famoso de los cuatro parques que el imperio Walt Disney posee en 10.000 hectáreas ubicadas en el sudoeste de Orlando. Un gran complejo conformado por hoteles, centros de conferencias, campos de golf y paseos con tiendas y restaurantes.
Magic Kingdom es el más visitado de los cuatro parques y es algo así como el buque insignia de Disney World. Es un mega parque inspirado en los cuentos de hadas y en los personajes más famosos de Disney que solo en el 2014 fue visitado por 19 millones de personas ávidas de vivir la experiencia Disney: un mundo de fantasía, castillos y felicidad eterna.
En Magic Kingdom se puede pasar de una montaña rusa de infarto a una jungla exótica, para terminar por la noche con un gran show de fuegos artificiales. En las calles de sus seis áreas temáticas -Adventureland, Fantasyland, Frontierland, Liberty Square, Main Street USA y Tomorrowland- los muñecos de los personajes de los blockbusters del grupo se disputan el protagonismo con las atracciones, los restaurantes y las infaltables tiendas de merchandising.
Pero para ingresar a ese mundo, primero hay que pagar una entrada de 105 dólares y franquear una cola que en temporada alta puede superar los 30 minutos. A cambio, Disney ofrece experimentar un “día mágico tanto para los niños como para los adultos” y “mirar cómo la fantasía cobra vida a través de los ojos de nuestros niños y se vuelve un sueño hecho realidad“.

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Detrás hay, por supuesto, un negocio redondo: una empresa -Walt Disney Company- que en el año fiscal 2014 ganó 7.500 millones de dólares y que tiene una capitalización de mercado cercana a los 167.000 millones de dólares, más que el PIB de varios países africanos.
Sólo su división de parques temáticos amasó una ganancia operativa de 687 millones de dólares en el cuarto trimestre fiscal del 2014, en parte impulsada por un alza en los precios de las entradas y un aumento en el gasto en comida y merchandising.
Su CEO, Robert A. Iger, celebró los resultados financieros del 2014 como “los mejores resultados en la historia de esta compañía legendaria“, conformada por cinco segmentos de negocios que incluyen medios como ESPN o Disney Channel, estudios de cine, parques temáticos, una línea de cruceros y un sello discográfico.
Sin tapujos, Iger se jactó de la poderosa influencia de Mickey y sus amigos, poniendo como ejemplo a Disney Channel, un canal presente en la mayoría de las grillas de los cables latinoamericanos. “Disney Channel es un poderoso punto de contacto para la marca Disney en cientos de millones de hogares de todo el mundo, y los niños y sus padres están incorporando la narrativa de Disney Junior, convirtiendo a personajes como Princesa Sofía en nombres cotidianos y en valiosas franquicias para nuestra compañía“, sostuvo en un comunicado dirigido a los accionistas de la empresa.La contracara son los bajos salarios que reciben los cerca de 70.000 empleados que el grupo, el principal empleador de la ciudad, tiene en los parques de Orlando. Muchos de ellos ganan un salario mínimo de 10 dólares la hora y apenas llegan a fin de mes, pese a que una familia tipo puede gastar más de 1.000 dólares sólo en las entradas a los cuatro parques.
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Tomada de la mano de su mamá, Carolina no sabe nada de esto, pero sí conoce de memoria los personajes de todas las películas de Disney. Ella está en Magic Kingdom y quiere ver a las princesas de Frozen, especialmente a Anna. Con 10 años, Carolina forma parte de una de las tantas familias latinoamericanas para las que “el viaje a Disney“ es sinónimo de haber llegado a algún lugar, de ser alguien en la vida. Haber visitado Disney de niño es incluso un sello distintivo en muchos países de la región.
Los latinoamericanos son uno de los principales visitantes de los parques, donde se repiten las caras de padres agotados pero con la sensación de estar cumpliendo el sueño del latinoamericano promedio de “traer los chicos a Disney“, un rasgo que atraviesa tanto a las clases altas como a las clases medias.
De pronto, me abro paso en medio de una horda de turistas sacándose selfies con el icónico Castillo de Cenicienta de fondo y me dejo llevar por la falsa euforia general. Quiero comprarme un muñeco de Mickey y hacer la cola para sacarme una foto con el ratón más famoso. La gente que compró un fast-pass hace una cola separada que va más rápido. Al lado, todos los demás esperamos y unos quince minutos después logro mi objetivo y me llevo la foto con Mickey.
Ahora voy por mi muñeco, porque en Disney todo está hecho para consumir: cada atracción desemboca convenientemente en el “gift shop“, donde por unos 20 dólares es posible llevarse a casa los muñecos de Mickey y su troupe.
Después de una sucesión de montañas rusas y desfiles de los personajes de Disney siento que todo terminó, que las campanadas del reloj marcaron las 12 y que la carroza se convirtió en calabaza.
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Pero vivir en Orlando a media hora de los parques implica que las posibilidades de volver son altas. Tiempo después de ese paseo por Magic Kingdom, recibimos la visita en casa del hermano de mi marido, su primo, su esposa y sus hijas Camila y Juana, de 6 y 3 años, edades que algunos consideran “ideal“ para visitar los parques.
Esta vez toca ir a Universal Studios. Este parque no forma parte del grupo Walt Disney y un porcentaje de él es propiedad, en cambio, del conglomerado industrial General Electric, pero viene incluido en el paquete de todo visitante a Orlando.
Estamos en agosto y es un día como los que se ven en Florida en agosto: 30 grados centígrados a las 10 de la mañana y un sol que quema. Planeamos el paseo un día de semana para evitar las multitudes de los sábados y domingos en esta época de temporada alta. Vamos en grupo: mi marido, mi hija de 15 meses y las visitas.
Comenzamos el paseo con una primera parada en un teatro donde dos actores -una mujer y un hombre- develan los secretos de maquillaje y algunos trucos de efectos especiales de las películas de Hollywood, todo matizado por bromas cortitas y al pie que tanto gustan a los gringos.
Camila y Juana se aburren y piden salir. Los grandes aguantamos pero miramos el reloj.
Las colas, que para algunas atracciones llegan a la media hora, nos hacen desistir de algunos juegos. Finalmente, los grandes nos subimos en la atracción de E.T., un paseo que recrea la famosa escena en que E.T. viaja escondido en el canasto de una bicicleta a lo largo de un bosque con una gran luna de fondo. Camila y Juana pasan de subirse: apenas conocen la película.
La atracción termina en una tienda donde se venden muñecos del extraterrestre y todo tipo de merchandising inspirado en la ya clásica película de Steven Spielberg. Porque al igual que en los parques propiedad de Disney, en Universal todo está hecho para que uno consuma y circule todo el tiempo. Adentro de los parques se pierde enseguida la noción del tiempo y se ingresa en un mundo de empleados sonrientes con esas sonrisas impostadas de propaganda de pastas de dientes y hot dogs a 10 dólares.
Uno de los puntos fuertes del paseo es una gran montaña rusa de alta velocidad, pero cuando parte del grupo se decide a subir, está cerrada porque hay pronóstico de una lluvia que finalmente no llega.
Emprendemos la retirada. Caminamos hacia el estacionamiento por largas cintas mecánicas, como las que se ven en los aeropuertos. Nuestro auto está en el sector King Kong. En el auto nadie habla. Agotados, queremos volver a casa.

Glamour y sofisticación a dos horas de Orlando

Comparto la nota publicada esta semana en el portal argentino Infonews, que también puede verse en este link.

Es uno de los destinos vacacionales más exclusivos de Florida y el lugar elegido por muchos ricos y famosos. Justo a mitad de camino entre Orlando y Miami, Palm Beach ofrece playas solitarias, clubes de polo de clase mundial, donde los argentinos son protagonistas, y un sofisticado circuito de compras.

Por Inés Guzmán
Todo comenzó cuando a fines del siglo XIX la red ferroviaria impulsada por el magnate petrolero Henry Flagler llegó a lo que hoy se conoce como Palm Beach. En plena época de auge en Estados Unidos tras el fin de la Guerra de Secesión, Flagler construyó dos hoteles de lujo y su propio palacete de 75 habitaciones para pasar el invierno. La construcción de los hoteles, junto con la llegada del tren, consolidó a Palm Beach como el refugio de descanso para los ricos que buscaban huir del crudo frío de la Costa Este.
Más de un siglo después, Palm Beach sigue siendo un oasis que combina playas solitarias con grandes mansiones construidas a inicios del 1900 por algunas de las familias más ricas de Estados Unidos. Las crónicas de la época relatan que el clan Kennedy, huyendo del invierno de Boston hacia el eterno verano de Florida, solía pasar las Navidades en este balneario, donde se codeaba con los Vanderbilt y otras familias de la alta sociedad estadounidense.
Ubicado sobre el Océano Atlántico, a mitad de camino entre Orlando y Miami, Palm Beach posee un litoral de 26 kilómetros a lo largo del cual se suceden playas de vegetación exuberante y aguas cristalinas. El parque estatal John D. MacArthur, situado hacia el extremo norte del balneario, ofrece una mezcla única de árboles tropicales y plantas nativas con un mar manso donde se puede hacer snorkel o relajarse leyendo un buen libro. Para llegar a esta playa hay que atravesar primero una pasarela de 400 metros que recompensa el esfuerzo con un paisaje de postal.

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Pero además de las playas, Palm Beach es conocida también por ser una de las capitales del polo de Estados Unidos, donde todos los años polistas argentinos como Adolfo Cambiaso animan entre enero y abril los torneos que entretienen a los ricos y famosos estadounidenses. Aquí fue donde hasta abril uno de los miembros de la familia Pieres, Polito, estuvo disputando diversas copas con su equipo Villa del Lago en el glamoroso International Polo Club, acompañado siempre por su novia Calu Rivero.
Para entrar al International Polo Club hay que franquear un camino rodeado de palmeras que desemboca en una enorme pileta sobre un terreno coronado por una cancha de polo perfectamente mantenida, con un estadio con capacidad para 1.600 espectadores. Reducto de millonarios, este club era también frecuentado por varias víctimas del financista Bernard Madoff, que tuvo que vender su mansión en Palm Beach tras la caída de su imperio inversor. Algunos aseguran también haber visto en el balneario al multimillonario Donald Trump, mientras que el actor Tommy Lee Jones, un confeso fanático del polo, puso este año en venta la mansión de 21 hectáreas que posee cerca de Palm Beach por 26 millones de dólares.
Jones es uno de los tantos ricos y famosos que cayeron rendidos a los encantos de este balneario, que ofrece además un pequeño centro para realizar compras y disfrutar de un café. En pleno centro, a lo largo de cuatro cuadras que desembocan en el Océano Atlántico, la calle Worth Avenue presenta una sofisticación europea que le ha permitido ser reconocida como la “Rodeo Drive de la Florida“ y como uno de los destinos de compra más exclusivos del mundo, con sus tiendas de diseñadores internacionales como Hermes y otras 200 boutiques y restaurantes de clase mundial. Con una arquitectura que refleja un estilo colonial español con un toque moderno, vale la pena detenerse para observar las casas con balcones adornados con flores tropicales mezcladas entre las tiendas de lujo.Foto3

En los últimos años, Palm Beach ha registrado un explosivo crecimiento en el número de habitantes rusos y también ostenta una importante comunidad austríaca, además de jubilados que pasean por sus calles con andar despreocupado. La historia del balneario puede revivirse con una visita al Henry Morrison Flagler Museum, un palacete de estilo neoclásico construido en 1902, en la llamada Epoca de Oro estadounidense, por Flagler como un regalo de bodas para su esposa. Ubicado en el centro del balneario, a pocas cuadras de Worth Avenue, el museo propone un recorrido por la Epoca de Oro y por la vida de este magnate, el visionario que hizo de Palm Beach un enclave de glamour a dos horas del ruido de Miami.

Se viene el Orlando Eye

Al estilo del ya consolidado London Eye, Orlando tendrá también su enorme rueda panorámica con vistas 360 del centro de Florida que prometen cortar el aliento. Ubicado en el corazón del corredor turístico International Drive, su inauguración está prevista para el 4 de mayo.

 
Además de sus montañas rusas de infarto distribuidas en sus numerosos parques temáticos, Orlando sumará a partir del 4 de mayo una nueva atracción: una gigantesca rueda giratoria de 122 metros de altura que ofrecerá vistas panorámicas del centro de la Florida en cápsulas de vidrio completamente cerradas con aire acondicionado y capacidad para 15 personas.
Ubicado en el corazón turístico de Orlando, sobre el corredor International Drive y a pocos minutos de los parques de Disney, el Orlando Eye apuesta a consolidarse como un ícono de la ciudad y será la mayor atracción de un nuevo complejo de entretenimientos llamado I-Drive 360, que incluirá también una sede del famoso museo de cera Madame Tussaud.
Cada una de sus 30 cápsulas pesa tres toneladas y tiene efectos de audio, iluminación y tabletas interactivas. Una vez inaugurado, pesará un total de 3 millones de libras y se convertirá en la rueda giratoria más alta de la Costa Este de Estados Unidos.
Para evitar los mareos, tendrá un dispositivo que permitirá caminar adentro de la cápsula en busca de las mejores vistas del centro de Orlando, los parques temáticos y si el clima ayuda del Centro Espacial Kennedy, en Cabo Cañaveral.
La entrada más barata costará 18 dólares si se la compra online con anticipación para usarla en una fecha fija, mientras que el precio sube a 25 si se quiere flexibilidad de fechas y disfrutar de una experiencia de cine 4D. Si se busca un tratamiento VIP, con prioridad para abordar y una copa de champagne, habrá que desembolsar 32 dólares.
El paseo podrá hacerse también de noche: el Orlando Eye estará abierto hasta las 10 de la noche de lunes a viernes y hasta las 12 am los sábados y domingos.
Tras un proceso de construcción que comenzó en el 2011, el Orlando Eye finalmente se iluminó por primera vez el pasado 16 de abril con un evento especial para sus empleados organizado por el operador de la atracción, el grupo Merlin Entertainments, a cargo también del London Eye.
Como un sello distintivo, sus 64.000 luces LED se iluminarán de diferentes maneras para celebrar feriados y ocasiones especiales

Mil y un razones para recorrer Orlando sin terminar en Disney

Les comparto la nota publicada en el portal argentino Infonews. La nota puede verse también en este link

Más allá de los parques de Disney, Orlando esconde algunos rincones que permiten explorar la ciudad como un local. Desde un museo que alberga la mayor colección del mundo de la obra del heredero de la famosa joyería Tiffany hasta un pub considerado el tercer mejor bar del mundo para tomar cerveza, en esta nota te proponemos un recorrido por el Orlando real.

Por Inés Guzmán
Una mujer en sus 40 años pasea a su cachorro poodle mientras al lado una pareja tomada de la mano mira con interés un cuadro abstracto en una galería de arte, todo rodeado por casas pintadas en colores pastel, muchas de ellas con vistas a un coqueto campo de golf. A unos pocos metros, dos familias tipo -papá, mamá, niño y niña- se sientan en uno de los muchos restaurantes con mesas en la vereda que se suceden en la calle principal del barrio, acompañados a lo lejos por otras tantas personas que han elegido pasar este sábado al mediodía en Winter Park, la cara más chic de Orlando y una parada obligada si se quiere conocer la ciudad real, esa que se esconde detrás de su conocida imagen de capital mundial de los parques de diversiones.
Ubicado en el centro de la Florida, a cuatro horas en auto desde Miami, Orlando se presenta a primera vista como una típica ciudad estadounidense, atravesada por autopistas rodeadas de prolijas urbanizaciones y centros comerciales a cielo abierto. Las cifras oficiales indican que tiene unos 255.000 habitantes, circundados por un gran cordón urbano donde se amontonan unas dos millones de personas que conforman la sexta mayor área metropolitana del sur de Estados Unidos.
Walt Disney puso a la ciudad para siempre en el mapa turístico cuando a mediados de la década de 1960 advirtió que pocos estadounidenses al este del Río Mississippi visitaban su parque Disneyland de California y quiso expandir entonces su imperio de princesas, hadas y castillos a la otra parte del país. Orlando resultó el elegido y se impuso a otras opciones como Miami y Tampa, gracias a que su condición de ciudad sin acceso al mar la protegía de los huracanes que cada temporada azotan a Florida.
Sin embargo, Walt Disney de eso no llegaría a ver nada. Murió en California en 1966, cinco años antes de que el 1 de octubre de 1971 abriera oficialmente sus puertas Magic Kingdom, el más famoso de todos los parques de Disney World.
Desde entonces, el turismo desplazó a la industria de cítricos por la que era conocida Orlando y se convirtió en el principal motor de la economía de la ciudad, un rasgo que aún hoy divide a los locales, entre quienes consideran una bendición y una maldición vivir en un destino turístico y vacacional.
En el segundo grupo se encuentra Greg. Alto, 34 años y look hipster, dice que no recuerda cuándo fue la última vez que visitó alguno de los cuatro parques que Walt Disney World posee en el suroeste de la ciudad. Greg forma parte además de una especie de casta a la que le gusta jactarse de “ser nacido y criado en Orlando“. “A los parques fui con el colegio y creo que después no volví a ir más. Prefiero hacer programas con amigos, ir al cine o a algún bar“, afirma.
El factor Disney divide aguas incluso en algunos matrimonios. “Si fuera por mí, iría todos los días, pero mi marido odia Disney, especialmente por toda la gente que se junta y por lo caro que es todo adentro“, cuenta Molly Young, una estadounidense de 29 años y residente en Orlando con su marido y sus dos hijas pequeñas. “En general tratamos de evitar las zonas turísticas, sobre todo en verano (del hemisferio norte) y en la época de Navidad, y hacer otros planes“.
Porque aunque Orlando debe su fama al ratón Mickey, ofrece también una nutrida agenda de actividades, barrios y museos que permiten al visitante recorrer la ciudad como un local, escapando tal vez de las filas interminables de los parques de Disney, donde se concentran la mayoría de los cerca de 57 millones de turistas que visitan Orlando cada año.

ENTRE LA SOFISTICACION DE WINTER PARK Y EL RUIDO DEL CENTRO
El recorrido por el “otro Orlando“ bien puede comenzar en Winter Park, situado en el noreste de la ciudad, a una media hora de los parques de Disney. Fundado a fines del siglo XIX por dos magnates de Chicago y Nueva Inglaterra como un centro de vacaciones para gente rica, este barrio ofrece una gran variedad de cafés y restaurantes a lo largo de su calle principal, la coqueta Park Avenue, donde también se suceden tiendas de antigüedades, galerías de arte, boutiques y hay una tienda de la famosa casa de decoración Pottery Barn que conserva su fachada art decó, como las de los cines de antes.
Es ideal para dejar el auto y caminar sin las aglomeraciones de Disney, mientras se disfruta de un buen café o de un almuerzo en uno de los tantos restaurantes del barrio, que permiten tomarse un respiro del menú fast food que por lo general ofrecen los parques de Disney World.
Uno de sus restaurantes más consolidados es el italiano Prato, que en el sitio especializado Zagat encabeza el ranking como el mejor decorado de Orlando. Con grandes ventanales a la calle y paredes revestidas en madera que le dan un estilo moderno, este sábado al mediodía sólo queda lugar en una mesa de la vereda, donde el sol hace olvidar que en esta parte del mundo todavía es invierno. Su chef ejecutivo Brandon McGlamery, vestido con un ambo blanco y delantal negro, se presenta como un “apasionado de la cocina“ y cuenta con orgullo que todos los platos son hechos con alimentos frescos recién traídos del mercado y muchos de ellos preparados en un horno de roble italiano.
Tras recargar pilas con un buen almuerzo, el paseo puede seguir en alguno de los museos que completan la oferta de Winter Park. Entre ellos destacan el Museo Cornell de Bellas Artes, donde se concentra una ecléctica colección que incluye más de 500 cuadros que van desde el siglo 14 hasta el siglo 20, y el Charles Hosmer Morse Museum of American Art, que alberga la mayor colección del mundo de la obra del joyero Louis Comfort Tiffany, heredero de la famosa joyería.
Entrar a este último museo es sumergirse en un mundo de glamour, dominado por las joyas de autor, coloridos vitrales, muebles de época y artículos en vidrio diseñados por el propio Tiffany. Pero sin dudas el plato fuerte del museo es el interior de una capilla que Tiffany diseñó para el pabellón que Tiffany & Co. presentó en la Exposición Mundial de Chicago en 1893. De estilo bizantino, la capilla refleja una combinación de mosaicos de vidrio y su altar está presidido por un enorme candelabro en forma de cruz, todo rodeado por ventanales por los cuales se filtra la luz de la tarde.
Hogar de una colección que también incluye arte decorativo estadounidense de mediados del siglo 19 e inicios del 20, el museo viene posicionándose con fuerza entre los turistas que visitan Orlando. “Sabemos que el 75 por ciento de nuestros visitantes viven fuera de Orlando y que el 50 por ciento vive fuera del estado de Florida, y de ese porcentaje muchos son turistas que vienen fuera de Estados Unidos“, afirma la directora de Asuntos Públicos del Morse Museum, Catherine Hinman. “Los turistas internacionales aman los museos y las experiencias artísticas en general y cada vez más gente está buscando historias interesantes más allá de los parques de diversión“, agrega.
A la hora del té, se puede hacer una parada en Sassafras, una tienda de golosinas vintage que propone un viaje al pasado con sus chupetines tipo paletas y todo tipo de dulces con un toque retro.
A unos 10 minutos en auto de Winter Park, se erige el centro o el downtown de la ciudad. Aquí se concentran los rascacielos y la actividad financiera. Los días de semana es tierra de oficinistas y de los empleados de los organismos públicos de Orlando, mientras que los fines de semana el paisaje cambia y sus calles las ganan skaters y grupos de jóvenes ávidos de tomarse una buena cerveza en alguno de los muchos bares irlandeses desparramados a lo largo de los siete sectores en que se divide el centro.
Una de las zonas más recomendables del centro es Church Street. En el corazón del downtown, en Church Street hay toda clase de restaurantes, discotecas y teatros. Para los interesados en los deportes, es aquí donde está el Amway Center, el estadio de los Orlando Magic.
A pocas cuadras de allí, se encuentra el Parque Eola, por el cual vale la pena una caminata alrededor del lago del mismo nombre, coronado por una gran fuente que por la noche se ilumina de distintos colores. A la espera de que la fuente comience con su juego de luces, esta noche hay varias parejas, como la que componen Leonel y Marcela. Ambos de República Dominicana, están haciendo su primer viaje a Orlando y a Estados Unidos. “Era un sueño pendiente venir a Disney, pero también queríamos conocer un poco del centro de Orlando y de la ciudad, no quedarnos sólo en los parques“, cuenta Leonel, por lejos el más conversador de la pareja.
Luego, planean terminar su noche en alguno de los bares y discotecas que reúne el centro, concentrados principalmente a lo largo de la Avenida Orange. Entre la numerosa oferta destaca Wall Street Plaza, un complejo de bares y restaurantes donde los fines de semana puede escucharse música en vivo y se celebran fiestas al aire libre en la plaza que preside el lugar.
Tal como para Leonel y Marcela, para los argentinos y los latinoamericanos en general el viaje a Disney World sigue siendo un sueño por cumplir y para los latinos que viven en Orlando significa también recibir muchas visitas de familiares y amigos. “Al principio recibíamos muchas visitas y los acompañábamos a los parques. El primer año incluso sacamos un pase anual e íbamos casi todos los fines de semana. Ya en los dos últimos años casi no vamos y dejamos que las visitas vayan por su cuenta“, relata Adriana Mata, una venezolana que hace cuatro años se instaló en Orlando siguiendo una oferta de trabajo de su marido colombiano.

MAS ALLA DE DISNEY
Atentos al creciente interés de los turistas por saborear también el Orlando real, una cantidad cada vez mayor de empresas está ofreciendo paquetes alternativos y tours por el centro de la ciudad. Gray Line es una de ellas, con un recorrido que comienza en el Lago Eola y atraviesa el corazón del centro para luego pasar por Winter Park, entre varios otros tours que la empresa afirma van ganando popularidad.
“Gray Line Orlando ha notado que en los últimos 12 meses hubo un gran incremento en la cantidad de pasajeros de Sudamérica y Centroamérica. Pienso que los turistas que históricamente venían a Orlando a visitar los parques temáticos ahora están haciendo su segunda o tercera visita y están buscando otras opciones“, explica Tori Sullivan, director de Productos y Ventas en Gray Line Orlando.
El recorrido por el “otro Orlando“ debe incluir también una visita a Audubon Park, uno de los barrios de moda de la ciudad y sede del East End Market, un centro culinario que reúne restaurantes independientes que proponen una vuelta a la comida sana y natural y que fue calificado por el New York Times como el acontecimiento más sorprendente en materia culinaria.
Otra de las atracciones del barrio es el Redlight Beer Parlour, considerado el tercer mejor bar para tomar cerveza del mundo por RateBeer.com y donde se pueden probar unas 200 variedades de cervezas artesanales. El detalle: no sirven comida pero se puede pedir delivery a algunos restaurantes que se encuentran a una distancia caminable. Esta noche de sábado, el lugar bulle de parejas y de grupos de amigos. En medio del ruido y de la música, el barman asegura que una de las cervezas más pedidas de la noche es una belga stout sour fermentada con cerezas frescas y chocolate y luego añejada. Servida en una pinta y de color negro oscuro, deja en el paladar un sabor difícil de descifrar.
Más allá de la diversión, el recorrido puede completarse con un vistazo a la oferta cultural que propone Orlando. En este sentido, el barrio a visitar es Ivanhoe Village, sede de teatros como el Orlando Repertory y el Orlando Shakespeare, así como de uno de los parques más populares de la ciudad, el Gaston Edwards Park. Para los amantes de la música y de los vinilos es un must la disquería Rock & Roll Heaven, donde hay que ir con ganas de buscar entre los cientos de discos de música indie, rock, pop, soul y jazz. Revolviendo entre las cajas con vinilos está un cincuentón de pelo cano y aire despreocupado. Cuando se le pregunta qué disco recomienda, responde en un inglés cerrado, difícil de entender. Sólo llega a decir que su mujer es la responsable de llevar a Disney World a sus hijos, adolescentes ya.
Y después pagará y se perderá por el Orlando real.

El Orlando que no miramos

Durante los últimos cinco años, el fotógrafo Donovan Brooks recorrió Orlando en busca de la cara menos amable de la ciudad y del sueño americano. El resultado: una exposición de fotos que retrata casas abandonadas y gente sin hogar. Lejos, muy lejos de la ciudad de ensueños que a pocos kilómetros ofrece Disney World.

Esta es una historia del Orlando sin Disney. Lejos de las ofertas de ser princesa por un día que propone Disney World, Donovan Brooks pasó los últimos cinco años recorriendo el lado B de Orlando con su cámara en mano. Hombres sin hogar, víctimas de la última crisis económica y casas abandonadas son el foco del trabajo de este fotógrafo, plasmado en una exposición que desde el 22 de enero y hasta el 27 de febrero puede visitarse en la Terrace Gallery, ubicada dentro del edificio de la alcaldía, en el centro de la ciudad. Un hombre afroamericano de mediana edad con un cigarrillo en la boca que sostiene un cartel donde pide trabajo o una casa en ruinas son algunas de las fotos en blanco y negro que dan rostro a historias cotidianas que la mayoría de las veces quedan ocultas debajo del lado más glamoroso y turístico de Orlando.

Casa Fantasma. Hacer click sobre la foto para verla en tamaño real

Las fotos, muchas de ellas retratos con un fuerte tono intimista, muestran a las personas en su estado más natural y vulnerable, algo que Brooks logró yendo varias veces en el mismo día a áreas remotas de la ciudad, siempre con un mismo objetivo en mente.
«Quería mostrarle al mundo la otra cara de Orlando, una cara que es oscura y solitaria. Especialmente para la gente que vive en las calles por la noche. Sus historias merecen ser contadas”, dice Brooks en un ida y vuelta de e-mails con Orlando más allá de Disney. «Creo que cada tema tiene un contraste, un lado positivo y negativo. Quería llevar luz a la oscuridad tratando el concepto de la manera más cruda posible”.
Nacido en el Bronx y radicado en Orlando desde hace 13 años, Brooks se presta rápido a la conversación, pregunta si el post va a ser escrito en español y responde que le encanta la idea, aunque pide no ser él el foco de la nota y prefiere no revelar su edad.
Alejado de los convencionalismos, la experiencia ayudó a Brooks a empatizar con sus fotografiados y a entender que en muchos casos sólo eran personas que habían tomado una mala decisión en algún momento de sus vidas.
“A lo largo de este proyecto aprendí que independientemente de tu posición económica, siempre debería haber ayuda al alcance de la mano. Hablé con incontables personas en la calle que necesitan ayuda y aunque hay programas que ofrecen ayuda, estos programas son soluciones de corto plazo y no atacan el problema principal, que es lograr la independencia financiera de estas personas”, sostiene.
Sin embargo, no está en sus intenciones enviar un mensaje político a través de sus fotos, pese a que sí busca generar cierta conciencia pública sobre aquellos temas olvidados.
“Solamente le pido al público que se tome un rato para explorar los temas de la exposición. En las fotos hay gente como tú y como yo. Personas que tenían sueños y que simplemente hicieron una mala elección”.
“Mi objetivo como fotógrafo es usar mi cámara para despertar conciencia sobre temas que no tienen voz”, afirma.
La exposición, titulada Open your mind, puede visitarse en la Terrace Gallery hasta el 27 de febrero y la entrada es gratuita. Parte del portfolio de fotos de Brooks puede verse en http://www.donovanbrooksphotography.com

Orlando gay friendly

Orlando sale del closet. La celebración a inicios de enero de las primeras bodas gays con la unión de 44 parejas del mismo sexo, una nutrida y creciente oferta de bares y resorts gay friendly, junto con los Gay Days que a principios de junio se apoderan de los parques de Disney, han hecho de Orlando un nuevo destino del turismo gay, en abierto desafío a la imagen siempre familiar del imperio Walt Disney World.
Tras un fallo judicial que días antes determinó que todos los condados del estado de Florida están obligados por la Constitución a emitir licencias de matrimonio a las parejas homosexuales, unas 44 parejas se apuraron a dar el sí con una celebración en la alcaldía patrocinada por las autoridades locales, que resaltaron como un logro que Orlando se esté volviendo más multicultural. Aunque pequeña, hubo una protesta algo ruidosa de agrupaciones cristianas que igualmente no llegó a empañar los festejos ni la alegría de los novios.
La ciudad se prepara también para celebrar este año el aniversario número 25 de los llamados Gay Days, seis días de fiestas y espectáculos en los que miles de gays -unos 170.000 según la organización- concurren en masa a los parques de Disney vestidos con camisetas rojas como señal identificatoria, en una suerte de desfile del orgullo gay.
Este año, acompañando la legalización de los matrimonios homosexuales en Florida, habrá una exposición sobre bodas donde las empresas buscarán vender sus servicios a los novios.
Detrás hay un negocio fabuloso, que según las estimaciones más conservadoras mueve unos 100 millones de dólares al año, y una fuente de ingresos que la ciudad de Orlando no quiere dejar pasar: la propia oficina de turismo local tiene un sitio web dedicado al turismo gay con un completo listado de atracciones.
Por todo esto y mucho más, la revista especializada en temática gay The Advocate eligió en el 2014 a Orlando como una de las ciudades más gay de Estados Unidos, destacando los Gay Days en Disney World, el festival internacional de arte Fringe y el atractivo gay número 1 de Orlando: el enorme bar Parliament House.
Un complejo de cuatro hectáreas que incluye un hotel y un teatro donde se presentan obras en vivo con drag queens y se celebran también despedidas de solteros, el Parliament House rebosa de gente cada fin de semana. Ubicado en el centro de Orlando y en funcionamiento desde 1975, este bar emprendió una gran ampliación para construir un resort de lujo que es considerado el primer proyecto gay friendly de ese tipo en el mundo. Su lema: Orlando tiene más de un Magic Kingdom. La oferta de bares se completa con discotecas como Pulse o Club 369 Orlando, que los primeros sábados de cada mes celebra por todo lo alto fiestas LGBT.
Pese a su cara amable para el turismo, en la comunidad gay local el debate aún está abierto sobre cuán gay friendly es Orlando, una ciudad algo conservadora con fuerte presencia de grupos cristianos. Este debate quedó en evidencia en la celebración de las primeras bodas gay: una persona que protestaba gritó Jesus is coming, grito que fue ahogado por otro de los presentes con un contundente Jesus is here.

Una ciudad donde nunca pasa nada

Llegué a Orlando una mañana de fines de mayo del año pasado con un marido, una hija de apenas un mes y unas cuantas valijas. Era un día de sol y de mucho calor, clima que se mantuvo a lo largo de todo el verano, acompañado de tormentas eléctricas por las noches.

Aunque ya conocía Orlando como turista, esta vez era diferente: llegaba para quedarme a vivir y quería hacerme rápido una idea de la ciudad real, esa que no te cuentan en los folletos turísticos de papel couché.
Antes de llegar, sabía lo que todos sabemos: que Orlando es la capital mundial de los parques de diversiones, con Disney World a la cabeza, y no mucho más.
Mi primera impresión fue la de estar frente a un suburbio grande, frente a una ciudad del interior con autopistas y malles a los costados a donde a todos lados hay que ir en auto y a donde la gente va de casa al trabajo y del trabajo a casa sin mayores complicaciones.
En mis primeros zappings frente a la tele, me detengo en el canal de noticias local, donde se amontonan noticias sobre atropellos a ciclistas, choques sin mayores consecuencias en algunas de las tantas carreteras interestatales e intentos (repito in-ten-tos) de robo.
Desde entonces, me acompaña la sensación de que Orlando es eso, una ciudad donde nunca pasa nada. Una ciudad que parece hacer todos los esfuerzos por ser una ciudad aburrida y que por momentos lo logra, una ciudad donde el nine to five se impone y al caer la tarde la gente va al gimnasio a correr en la cinta.
Las cifras de la Oficina del Censo de Estados Unidos  dirán que Orlando tiene 255.483 habitantes – de los cuales el 57,6 por ciento son blancos, el 28,1 por ciento negros y el 25,4 por ciento latinos **-, un ingreso per capita anual de 25.805 dólares y una tasa de pobreza del 19,2 por ciento, casi tres puntos por encima del promedio de todo el estado de Florida.
La leyenda dirá además que Orlando debe su nombre a un ganadero llamado Orlando Savage Rees, que tras la Tercera Guerra Seminole en la década de 1850 llegó a ser dueño de media ciudad.
Yo vivo en un barrio cerrado, entre árboles perfectamente podados, veredas prolijas y casas pintadas con colores pasteles: el escenario perfecto para sentirme una extra de The Truman Show esperando que Ed Harris venga a confirmármelo.
Como en los pueblos, casi que se puede dejar la casa sin llave, la bicicleta sin candado y el auto con las llaves puestas.
Enfrente hay un gran complejo de tiendas, de esos a los que se llegan con auto y se recorren al aire libre. Hay un Banana Republic, un Victoria´s Secret, un TGI Fridays, un cine y una tienda de descuento llamada Ross, cuyo lema es Vístase por menos.
Fue en esta última tienda donde conocí a la señora Nancy, que andaba en búsqueda de un juguete para su nieta. Como en los pueblos, comenzó a hablarme (your daughter is so cute, me repetía una y otra vez) y a contarme que su nieta estaba por cumplir tres años y vivía en Houston.
Tanto la señora de la tienda como mi única amiga gringa Molly -que usa pañales de tela y tuvo a su segunda hija en un parto acuático en su casa- y otros tantos latinos que he conocido coinciden: vivir en Orlando es muy tranquilo. Y las cifras parecen darles la razón: la tasa de delitos en el condado de Orange -del que es parte Orlando- viene cayendo en forma sostenida desde el 2009 hasta alcanzar en el 2013 un nivel de 4,88, de acuerdo con el Departamento de Justicia de Florida.
Pero además de su tranquilidad y su aura de ciudad-donde-nunca-pasa-nada, Orlando es una ciudad de empresas y alberga una importante industria aeroespacial, gracias a su cercanía con la NASA. Es también sede de la Universidad Central de la Florida, una de las más grandes de todo Estados Unidos. La revista Forbes la ubica en el puesto número 67 en su ranking de las mejores 100 ciudades estadounidenses para trabajar y estudiar.
Orlando tiene también un pueblito, Old Town, que quedó detenido en el tiempo y donde cada sábado se realiza un gran desfile de autos antiguos. Hay además un museo de ciencias y un museo de arte que alberga una interesante exhibición de arte africano y la colección más amplia del estado de Florida de arte estadounidense contemporáneo del siglo XX.
De todo esto y de los rincones de Orlando que no aparecen en las guías turísticas les estaré contando en mi blog. ¡Bienvenidos a Orlando más allá de Disney y a mi blog!

**El porcentaje supera el 100 por ciento porque algunos latinos también se declaran blancos